Jean Azul

Dentro de un grupo de lugares, la iglesia es donde más he tenido flashbax desubicados.

Me ha pasado que en plena homilía se me viene a mi mente gris el recuerdo de cosas tan disímiles como mi primera pelea, mi primera bici, mi segunda bici (me robaron la primera), mi primer beso, mi primera cachetada, mi primer billete de 10 soles (que me los encontré tirados en un parque), mi primer pajazo (eso me sonó a libro de Poggi), mi primer viaje en avión, mi primer trabajo, etc.

Sucede que ayer, en plena palabra divina, recordé la vez que una chica me metió la mano. O sea, no fue pellizco ni rosada casual: me metió con roche la mano, amasando mis cachetes traseros cual causa a ser preparada. Recuerdo que iba caminando a eso de las 11am por la Av. Venezuela en Breña. En esa época (y creo que hasta hoy igual) había 500 ambulantes entre cuadra y cuadra vendiendo de todo. En esa época también, era común ver a varias chicas (y chicos) que preferían aprender de la escuela de la vida en vez de ir a sus aburridas clases en los varios institutos superiores y academias pre universitarias que pueblan la Av. Alfonso Ugarte y alrededores.

De modo que ahí estaba yo, un adolescente huevo frito, caminando distraídamente cuando me cruzo con 3 chicas proyectos de Truly que iban cagandose de risa y murmurando sabe Dios qué. No me di cuenta que venían sino hasta que pasaron por mi lado y ¡ZUAZ!, una de ellas me agarro mi revés donde no llega el sol, mientras decían en coro: “¡Custer o nada!”, para luego seguir jajajeando por donde iban.

Y bueno, me llamó la atención que nadie se ganara con el pase (eso creo, por lo menos no escuché ninguna risa) y que aquellas abusadoras preuniversitarias confundan un pantalón corduroy azul oscuro que me regaló mi abuelo con un jean Custer (o nada).